La humillación, con un simple pero categórico
"tarada"; el control, a través de revisar celulares y redes; las
restricciones, pidiendo que no usen determinada ropa; el aislamiento,
hablando mal de sus amigas o de su familia; la manipulación psicológica,
pidiendo perdón, prometiendo que van a cambiar o culpando a la víctima.
Son solo alguna de las formas en que se manifiesta y, a la vez, se
naturaliza un noviazgo violento. Agresiones cotidianas que experimentan
miles de adolescentes en sus primeras relaciones. Muchas son tan
imperceptibles que pasan inadvertidas hasta que la violencia se
incrementa. Otras veces, es demasiado tarde.
Paula, Mai y
Sabrina
como tantas otras chicas pensaban que todo eso que les hacían sus
novios era "porque me quiere tanto que me cuida mucho". A pesar de las
señales, no podían ver que eso no era amor, sino lo contrario.
"Un noviazgo violento tiene todos los ingredientes para
volverse invisible", afirma Alejandra Vázquez, psicóloga, especialista
en violencia familiar e integrante de
Surcos Asociación Civil.
A la falta de experiencia y a la corta edad de las víctimas, se le suma
la idea del amor romántico, que todo lo puede y lo perdona; la
dificultad para reconocer la situación y contarla, y la pérdida de la
red de contención.
Tres de cada 10 adolescentes denuncian que sufren
violencia en el noviazgo, según la OMS. En nuestro país, la línea 144,
sobre un total de 48.820 llamados en 2018, recibió cerca de 3000 de
menores de 18 años (5,6%) y unos 18.000 (36,9%) de chicas de hasta 30.
Según datos del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad,
935 adolescentes de entre 13 y 21 años asistieron al
Programa Noviazgos Sin Violencia en 2018, un 60% más que en 2017.
Está muy arraigada la idea de que esta violencia implica
gritos, insultos o golpes, pero Vázquez explica que "se trata de todas
las modalidades de vinculación dentro de parejas de adolescentes en las
que se manifieste abuso de poder, ya sea psicológico, físico, simbólico o
económico". Es decir, cuando "se van instalando, progresivamente,
situaciones de dominación y de control hacia la joven".
Aisladas y confundidas
"Es muy difícil que una chica conozca a un chico y
de inmediato la violente físicamente, porque saldría corriendo. Es un
camino de control y más control hasta que, si la pareja llega a
consolidarse o si la chica queda embarazada, ahí empieza bruscamente el
maltrato físico, porque él ya tiene asegurado que ella no se va a ir",
señala Ada Rico, presidenta de la
Casa del Encuentro. Por eso, el desafío es que las adolescentes puedan ver esa diferencia, que control no es sinónimo de cuidado.
Entre las manifestaciones del maltrato hacia las chicas
aparecen situaciones como la ridiculización frente a los amigos, decir
cosas para hacerlas sentir inútiles, prohibirles salidas o prendas,
criticar su cuerpo, hacerles creer que ningún otro varón se va a fijar
en ellas, culparlas de todo. Otro denominador común de los relatos es el
aislamiento. Las van alejando del círculo íntimo, de toda persona a la
que puedan contar lo que les pasa.
Para los especialistas, uno de los principales problemas
es la idea del amor romántico. "Es la filosofía de que el amor todo lo
puede o la creencia de que la otra persona va a cambiar por uno. Por
ejemplo, decir que el amor es ciego. Hay que problematizarlo: si es
ciego, ¿qué es lo que no te deja ver?", detalla Nayla Procopio,
coordinadora de la Red Nacional de Jóvenes y Adolescentes para la Salud
Sexual y Reproductiva (RedNac). Desde 2014, junto a la Fundación para
Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), llevan adelante el programa "
No comamos perdices", que busca deconstruir estos estereotipos entre los jóvenes.
Muchas veces, estos varones se comportan de una forma en
público y de otra muy distinta en privado. ¿Quién no escuchó la frase
"pero si es un buen chico"? Además, suelen pedir muchas veces perdón.
"Después de una situación violenta explica Vázquez, piden disculpas,
prometen no volver a hacerlo. Esto confunde, porque la violencia
coexiste con situaciones amorosas, y eso genera esperanza en la joven:
el pensar que ella va a poder cambiarlo".
Esto implica mucho desgaste para la joven, por pensar que
algo está haciendo mal o que ella lo provoca. El deterioro de la salud
emocional y la autoestima es grave, con riesgo de depresión y trastornos
alimenticios. "Incluso, lleva pensamientos suicidas", destaca Vázquez.
Rico señala que es clave que los padres hablen mucho con
sus hijos, en un diálogo no censurador, "porque si la adolescente siente
la censura no va a hablar más", aunque sea difícil entender por qué su
hija está en una relación que la daña. Y agrega: "Lo que hay que evitar
es que la adolescente quede sola. El femicida no empieza de un día para
el otro a ejercer violencia. Todo arranca en el noviazgo".
También hay que trabajar con la familia. "Hay muchos
mandatos patriarcales internalizados, como pensar que una mujer solo se
realiza cuando está al lado de un hombre. Y los primeros noviazgos son
una etapa propicia para poder cuestionar estos estereotipos", explica
Vázquez.
Procopio señala que en los talleres que da RedNac, muchas
chicas cuentan que la familia a veces justifica la violencia del novio
"para que no lo pierdan" o diciendo que "lo hace porque te quiere".
Por eso, Vázquez destaca que "el cómo se construye la
figura masculina en nuestra sociedad patriarcal es un factor de riesgo".
El varón aprende primero lo que no debe ser: los hombres no lloran, no
muestran sus emociones y aprenden a los golpes.
"Es muy importante que existan servicios donde se ofrezca
asistencia legal, médica y psicológica, y se brinden tratamientos. Pero
ahí vemos el problema cuando ya se presentó, no vamos a la raíz",
detalla Vázquez. Por eso, el desafío es aprender a reconocer los malos
tratos desde corta edad.
Para eso, la prevención primaria tiene que estar dirigida
a problematizar y desnaturalizar las concepciones estereotipadas de las
relaciones y las cuestiones de género. "Y la escuela, a través de la
Educación Sexual Integral (ESI), es uno de los ámbitos más propicios",
señala Procopio, para quien es fundamental que los chicos puedan sacarse
dudas y pedir ayuda.
Rico agrega que "hay que trabajar con ellas y con ellos,
porque a los jóvenes hay que explicarles que esa mujer no les pertenece y
a las chicas a qué cosas deben estar muy atentas".
El movimiento feminista, donde las adolescentes tienen
gran presencia, y la mirada con perspectiva de género sobre las
relaciones también invitan a replantearse los roles en la pareja.
"Antes, quizás no eran cuestionados estos estereotipos, en que las
mujeres tenían un papel mucho más sumiso y de sostener; mientras que las
decisiones y el control eran del hombre. Hoy, estos lugares están
cuestionados", dice Procopio.
No hay que confundir celos con amor
No subestimar
Muchas veces, ponerle fin a la relación no es
sinónimo de que todo terminó. "No hay que subestimar las amenazas. Si la
joven no cuenta con una red de protección, puede quedar en peligro",
asegura Hugo Capacio, a quien todavía le cuesta creer que su hija Dayana
haya sido víctima de femicidio en 2012. Tenía 17 años cuando su
exnovio, Maximiliano Tesone, la asesinó en Rosario, después de
hostigarla por más de un mes, luego de que la joven terminara el
noviazgo. Era "una chica alegre, pura picardía", recuerda Hugo.
"A la distancia, vemos que señales hubo muchas, pero en
ese momento no teníamos información, se naturalizaban muchas cosas.
Notábamos los celos enfermizos que él tenía, cómo la controlaba, pero
nunca lo vi gritarle ni levantarle la mano", recuerda el padre de
Dayana. Sin embargo, después de la investigación, se enteraron que su
hija sí había sufrido maltrato físico. Ella había decidió dejarlo por
ese motivo, pero nunca lo contó.
Hugo es parte de la agrupación
Atravesados por el Femicidio,
que nuclea a 47 familias de todo el país, brindando contención y
también ayudando a víctimas. A los padres, siempre les dice que estén
alerta a la autoestima de sus hijas. "El trabajo que hacemos busca
aportar un grano de arena para que a otros no les pase lo que a
nosotros", concluye.
Para los especialistas la denuncia es necesaria cuando
las chicas deciden terminar la relación y el novio se niega o comienza a
hostigarla. "Ya sabemos cómo terminan las obsesiones: muchas, en
femicidio", asegura Rico.
Cuando se detectan algunas de las señales, el primer paso
es solicitar ayuda psicológica con especialistas. "La violencia es una
problemática social que requiere de un abordaje interdisciplinario y en
red entre los diferentes organismos", señala Vázquez. Y Procopio,
agrega: "También es importante ponerse a disposición de quien está
atravesando la situación de violencia, pero respetando los tiempos y,
sobre todo, no juzgar".