La Madre de la Patria Lucho en la Batalla de Salta |
A esta Mujer muchos no la habrán escuchado nombrar jamás, menos en la Escuela, ni siquiera en los Libros de Historia.
Pero fue considerada por todos los Héroes de la Independencia como la
Madre de la Patria. Fue la única mujer admitida por Belgrano en su
ejército y hasta le había conferido el grado de Capitana por su arrojo y
valor. Lo libros de Historia no la nombran quizás porque Mitre (quien
ha escrito la Historia Argentina y en la que se baso casi todo lo que se
enseño en las escuelas) no podía permitir que una mujer fuera madre y
soldado, heroína y negra, benemérita y pobre, todo a la vez, y por eso
no la sumo a la Historia Argentina.
Esta Mujer se llamaba María
Remedios del Valle una AfroArgentina que desde el 6 de julio de 1810,
cuando partió la primera expedición destinada al Alto Perú al mando de
Ortiz de Ocampo, acompañó a su marido, a un hijo de la sangre y a otro
adoptivo, del corazón, los tres muertos en esas acciones. La “parda”
María, como se la menciona en algunos partes militares, combatió en
Huaqui (julio de 1811), vivió las peripecias de esa trágica retirada del
Alto Perú y luego el éxodo jujeño. Volvió a combatir en la victoria de
Tucumán. El 23 de septiembre de 1812, en la víspera de la batalla, se
presentó ante Belgrano y le suplicó que la dejara asistir a los heridos
que se amontonaban en las primeras líneas. Belgrano se negó: el campo de
batalla, no era cosa de mujeres. No tuvo en cuenta que el ansia de la
libertad no sabe de géneros. Remedios del Valle actuó en la retaguardia
desafiando las órdenes del general. Pronto se convirtió en leyenda entre
la tropa, que comenzó a llamarla de boca del Gral Lamadrid, la Madre de
la Patria. Belgrano terminó cediendo: fue la única mujer admitida en su
milicia. También lucho en la Batalla Salta y en mérito a su valor,
Belgrano la nombró Capitana. El historiador salteño Carlos Ibarguren,
quien la rescató del olvido, contó que cuando alguien le preguntaba por
las enormes cicatrices que llevaba en sus brazos, y ella respondía que
había sido herida en la Guerra de la Independencia, la gente murmuraba
por lo bajo: “pobrecita, está loca”.
La Capitanía supo defender la
incipiente Nación y conocer las trágicas derrotas de Vilcapugio y
Ayohuma, donde nuevamente su valor se hizo presente, siempre con un
grito de aliento, curando heridos, sacando fuerzas de donde ya no había.
En esta última batalla fue tomada prisionera por los realistas de
Pezuela, Ramírez y Tacón, que la condenaron a ser azotada públicamente a
lo largo de nueve días. Pero María al final de ellos pudo fugarse de
sus verdugos y reintegrarse a la lucha contra el enemigo operando como
correo en el peligroso territorio ocupado por los invasores. Su
expediente señala, entre otras cosas, que estuvo siete veces en capilla,
o sea a punto de ser fusilada, y que a lo largo de su carrera militar
recibió seis heridas graves de bala. No fue fácil que las autoridades de
Buenos Aires le reconocieran el grado de Capitana, con el sueldo
correspondiente, pero lo logró aunque luego de la independencia, como
ocurrió con tantas otras y tantos otros patriotas, el Estado dejó de
pagárselo.
Tan solo 12 años después de Nuestra Independencia, María
ya deambulaba mendigando por la Plaza de la Victoria y las Iglesias del
centro de Buenos Aires. Al verla, el general Juan José Viamonte, le
preguntó su nombre.
María Remedios del Valle, respondió. Es ‘La
Capitana’, la que nos acompañó al Alto Perú, es una heroína! Exclamó
Viamonte. Condolido de su suerte le gestionó una pensión que no
prosperó. El proyecto fue tratado en la Legislatura, pero algunos
Diputados pidieron informes y alegaron que Buenos Aires no podía
recompensar por servicios prestados a la Nación. Entonces Viamonte
expresó: «Yo no hubiera tomado la palabra porque me cuesta mucho
trabajo hablar, si no hubiese visto que se echan de menos documentos y
datos. Yo conocí a esta mujer en el Alto Perú y la reconozco ahora aquí,
cuando vive pidiendo limosna… Esta mujer es realmente una benemérita.
Es bien digna de ser atendida porque presenta su cuerpo lleno de heridas
de bala, y lleno también de las cicatrices por los azotes recibidos de
los enemigos, y no se debe permitir que deba mendigar como lo hace».
El doctor Tomás de Anchorena, quien había sido secretario del general
Belgrano en la campaña del Alto Perú, dijo: «Era la única persona de su
sexo a quien el riguroso Belgrano permitía seguir la campaña del
ejército, cuando eran tantas las que lo intentaban. Todos la elogiaban
por su caridad, por los cuidados que prodigaba a los heridos y
mutilados, y por su voluntad esforzada de atender a los que sufrían. Su
misma humildad es lo que más la recomienda» Se acordó reconocerle un
sueldo, crear una comisión que redactase y publicase su biografía y
diseñase un monumento en gratitud a sus servicios. Nada de eso ocurrió.
Tantos papeles, tantas palabras laudatorias se tradujeron en 30 míseros
pesos mensuales. La “Madre de la Patria” se las tenía que arreglar con
un peso por día en una ciudad bastante cara donde la carne costaba dos
pesos la libra y la yerba 70 centavos.
Tiempo después Rosas la
integró a la plana mayor inactiva (es decir, como retirada), con el
grado de sargento mayor, por lo que decidió adoptar un nuevo nombre:
Mercedes Rosas. Así figuró en la revista de grados militares hasta su
muerte, en 1847 que la encontró Pobre y desahuciada por su Nación. Esta
que había luchado desde los comienzos mismos forjando nuestra Patria y
como heroicas medallas tan solo tuvo los látigos y las balas que
grabaron su cuerpo, tan solo tuvo la fría caricia de la muerte como un
bien y el olvido postrero de su Pueblo.
No hubo monumento ni
biografía para María. Pasaron casi doscientos años y muy pocas cosas se
hicieron en su memoria tan solo un calle y una escuela de Argentina
llevan su Nombre. Hoy a días de la Batalla de Salta donde supo luchar la
recuerdo y digo Viva la Madre de la Patria!!! Viva la Sangre de los
Héroes olvidados, VIVA LA LIBERTAD !!!!
Extracto del Libro "Astillas Históricas de Salta", de Juan Oscar Wayar.
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