El obrero, cuya fuerza y musculatura
son tan admiradas por los pálidos y enclenques hijos de los ricos, y que
sin embargo cuya labor apenas le trae suficiente como para mantener al
lobo de la inanición tras la puerta, se casa solo para tener una esposa y
ama de casa, quien debe trabajar como esclava desde la mañana hasta la
noche, quien debe hacer todo esfuerzo por mantener bajos los gastos. Sus
nervios están tan cansados por el continuo esfuerzo por hacer que el
lamentable salario de su esposo les sustente a ambos, que se torna ella
irritable y ya no logra esconder su deseo de afecto por su señor y amo,
quien, ay! pronto llega a la conclusión de que sus esperanzas y planes
se han perdido, y entonces comienza prácticamente a pensar que el
matrimonio es un fracaso.
LA CADENA SE VUELVE MÁS Y MÁS PESADA
A medida que los gastos se vuelven mayores en vez de menores, la
esposa, que ha perdido toda la pequeña fortaleza que tenía en el
matrimonio, de igual modo se siente traicionada, y la constante
preocupación y temor de la inanición consume su belleza en corto tiempo
después del casamiento. Se desanima, abandona sus tareas domésticas, y
como no hay lazos de amor y simpatía entre ella y su esposo como para
darles fuerzas para enfrentar la miseria y la pobreza de sus vidas, en
vez de aferrarse el uno al otro, se separan más y más, y se impacientan
más y más con las faltas de cada cual.
El hombre no puede, como
el millonario, ir a su club, pero va a un salón e intenta ahogar su
miseria en un vaso de cerveza o whiskey. La desafortunada compañera de
su miseria, que es demasiado honesta como para buscar el olvido en los
brazos de un amante, y demasiado pobre como para permitirse cualquier
recreación o diversión legítima, permanece en medio del entorno
escuálido y mantenido a medias que llama hogar, y lamenta agriamente la
locura que le llevó a ser esposa de un hombre pobre.
Sin embargo no hay modo en que se separen.
PERO DEBEN AGUANTÁRSELAS
Por mortificante que sea la cadena que en sus cuellos ha sido
puesta por la ley y la Iglesia, no debe ser rota a menos que aquellas
dos personas decidan permitir que lo sea.
Fuese la ley lo
suficientemente misericordiosa como para concederles libertad, cada
detalle de su vida privada debe ser llevada a la luz. La mujer es
condenada por la opinión pública y su vida completa es arruinada. El
temor a esta desgracia con frecuencia le hace colapsar bajo el gran peso
de la vida de casada sin atreverse a introducir una sola protesta
contra el indignante sistema que la ha destrozado a ella y a tantas de
sus hermanas.
Los ricos lo aguantan para evitar el escándalo —
los pobres por el bien de sus hijos y el temor a la opinión pública. Sus
vidas son una larga seguidilla de hipocresía y engaño.
La mujer
que vende sus favores está en libertad de abandonar al hombre que la
compra en cualquier momento, mientras “la respetable esposa” no se puede
liberar de una unión que le es mortificante.
Todas las uniones
no naturales que no son santificadas por el amor son prostitución, ya
sea sancionadas por la Iglesia y la sociedad o no. Tales uniones no
pueden tener más que una influencia degradante tanto en la moral como en
la salud de la sociedad.
EL SISTEMA TIENE LA CULPA
El sistema que obliga a las mujeres a vender su femineidad e
independencia al mejor postor es una rama del mismo vil sistema que le
da a unos pocos el derecho a vivir de la riqueza producida por su
prójimo, el 99 por ciento de los cuales debe esforzarse y trabajar como
esclavo temprano y tarde por apenas lo suficiente para mantener unidos
alma y cuerpo, mientras los frutos de su trabajo son absorbidos por unos
cuantos vampiros ociosos que se rodean de todo el lujo que la riqueza
pueda comprar.
Miremos por un momento dos imágenes de este sistema social decimonónico.
Miremos
los hogares de los adinerados, aquellos palacios magníficos cuyo
costoso amoblado pondría a miles de hombres y mujeres necesitados en
circunstancias confortables. Miremos a las fiestas y cenas de estos
hijos e hijas de la riqueza, una sola corrida de las cuales alimentaría a
cientos de hambrientos para quienes una comida llena de pan remojado en
agua es un lujo. Miremos a estos religiosos de la moda mientras pasan
sus días inventando nuevos modos de goce egoísta — teatros, bailes,
conciertos, paseos en yate, corriendo de un lado del mundo al otro en su
búsqueda demente por regocijo y placer. Y luego giremos por un momento y
miremos a quienes producen la riqueza que paga estos disfrutes
excesivos y artificiales.
LA OTRA IMAGEN
Mírenlos arreados en sótanos oscuros y húmedos, donde nunca
tienen un respiro de aire fresco, vestidos con retazos, llevando sus
cargas de miseria de la cuna a la tumba, sus hijos corriendo por las
calles, desnudos, con hambre, sin nadie que les ofrezca una palabra de
amor o un cuidado con ternura, creciendo en la ignorancia y la
superstición, maldiciendo el día de su nacimiento.
Miren estos
dos asombrosos contrastes, ustedes moralistas y filántropos, y díganme a
quién hay que culpar por ello! ¿A aquellas que son conducidas a la
prostitución, ya sea legal o no, o a aquellos que conducen a las
víctimas a tamaña desmoralización?
La causa yace no en la
prostitución, sino en la sociedad misma; en el sistema de desigualdad de
la propiedad privada y en el Estado y la Iglesia. En el sistema
legalizado de robo, asesinato y violación de mujeres inocentes y niños
desamparados.
LA CURA PARA EL MAL
No será hasta que este monstruo sea destruido que nos desharemos
de la enfermedad que existe en el Senado y todos los cargos públicos;
en las casas de los ricos como también en los miserables caserones de
los pobres. La humanidad debe hacerse consciente de su fuerza y sus
capacidades, debe ser libre de comenzar una nueva vida, una mejor y más
noble vida.
La prostitución nunca será suprimida por los medios
empleados por el Rev. Dr. Parkhurst y otros reformistas. Existirá
mientras exista el sistema que la engendra.
Cuando todos estos
reformistas unan sus esfuerzos con quienes están luchando por abolir el
sistema que engendra este crimen de toda descripción y erigir uno basado
en la equidad perfecta — un sistema que garantice a cada miembro,
hombre, mujer, o niño, los frutos totales de su labor y un derecho
perfectamente igual a disfrutar los dones de la naturaleza y a alcanzar
el más alto conocimiento — la mujer será auto-suficiente e
independiente. Su salud ya no será aplastada por el esfuerzo y la
esclavitud sin fin, ya no será víctima del hombre, y el hombre ya no
poseerá pasiones y vicios nada saludables y antinaturales.
EL SUEÑO DE UNA ANARQUISTA
Cada cual entrará al matrimonio con fuerza física y confianza
moral mutua. Cada cual amará y estimará al otro, y ayudará a trabajar no
solo por su propio bienestar, sino, siendo felices ellos mismos,
desearán también la felicidad universal de la humanidad. La prole de
tales uniones será fuerte y sana de mente y cuerpo y honrará y respetará
a sus padres, no por que sea su deber hacerlo, sino porque los padres
lo merecen. Serán instruidos y cuidados por la comunidad toda y serán
libres de seguir sus propias inclinaciones, y no habrá necesidad de
enseñarles el servilismo y el vil arte de asediar a sus semejantes. Su
propósito en la vida será, no obtener poder por sobre sus hermanos, sino
ganarse el respeto y la estima de cada miembro de la comunidad.
DIVORCIO ANARQUISTA
Si la unión de un hombre y una mujer probase ser insatisfactoria
y desagradable para ellos, se separarán de manera tranquila y amistosa,
y no viciarán las diversos vínculos del matrimonio continuando con una
unión incompatible.
Si, en vez de perseguir a las víctimas, los
reformistas de hoy unen sus esfuerzos para erradicar la causa, la
prostitución ya no deshonrará más a la humanidad.
Reprimir a una
clase y proteger a otra es peor que la demencia. Es criminal. No aparten
sus cabezas, ustedes hombres y mujeres morales.
No permitan que su prejuicio les influya: miren el asunto desde un punto de vista imparcial.
En vez de ejercer su fuerza inútilmente, unan las manos y ayuden a abolir el sistema corrupto y enfermo.
Si
la vida conyugal no les ha despojado el honor y el respeto por sí
mismos, si no tienen más que amor por quienes ustedes llaman sus hijos,
deben, por su propio bien como por el de ellos, buscar la emancipación y
establecer la libertad. Entonces, y solo entonces, los males del
matrimonio cesarán.
The Alarm, 27 de Septiembre de 1896
Traducción al castellano: @rebeldealegre
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