AUDIOTECA EN LÍNEA

martes, 25 de febrero de 2020

Anarquía y la cuestión sexual | Por Emma Goldman (1896)

El obrero, cuya fuerza y musculatura son tan admiradas por los pálidos y enclenques hijos de los ricos, y que sin embargo cuya labor apenas le trae suficiente como para mantener al lobo de la inanición tras la puerta, se casa solo para tener una esposa y ama de casa, quien debe trabajar como esclava desde la mañana hasta la noche, quien debe hacer todo esfuerzo por mantener bajos los gastos. Sus nervios están tan cansados por el continuo esfuerzo por hacer que el lamentable salario de su esposo les sustente a ambos, que se torna ella irritable y ya no logra esconder su deseo de afecto por su señor y amo, quien, ay! pronto llega a la conclusión de que sus esperanzas y planes se han perdido, y entonces comienza prácticamente a pensar que el matrimonio es un fracaso.

LA CADENA SE VUELVE MÁS Y MÁS PESADA

A medida que los gastos se vuelven mayores en vez de menores, la esposa, que ha perdido toda la pequeña fortaleza que tenía en el matrimonio, de igual modo se siente traicionada, y la constante preocupación y temor de la inanición consume su belleza en corto tiempo después del casamiento. Se desanima, abandona sus tareas domésticas, y como no hay lazos de amor y simpatía entre ella y su esposo como para darles fuerzas para enfrentar la miseria y la pobreza de sus vidas, en vez de aferrarse el uno al otro, se separan más y más, y se impacientan más y más con las faltas de cada cual.

El hombre no puede, como el millonario, ir a su club, pero va a un salón e intenta ahogar su miseria en un vaso de cerveza o whiskey. La desafortunada compañera de su miseria, que es demasiado honesta como para buscar el olvido en los brazos de un amante, y demasiado pobre como para permitirse cualquier recreación o diversión legítima, permanece en medio del entorno escuálido y mantenido a medias que llama hogar, y lamenta agriamente la locura que le llevó a ser esposa de un hombre pobre.

    Sin embargo no hay modo en que se separen.

PERO DEBEN AGUANTÁRSELAS

Por mortificante que sea la cadena que en sus cuellos ha sido puesta por la ley y la Iglesia, no debe ser rota a menos que aquellas dos personas decidan permitir que lo sea.

Fuese la ley lo suficientemente misericordiosa como para concederles libertad, cada detalle de su vida privada debe ser llevada a la luz. La mujer es condenada por la opinión pública y su vida completa es arruinada. El temor a esta desgracia con frecuencia le hace colapsar bajo el gran peso de la vida de casada sin atreverse a introducir una sola protesta contra el indignante sistema que la ha destrozado a ella y a tantas de sus hermanas.

Los ricos lo aguantan para evitar el escándalo — los pobres por el bien de sus hijos y el temor a la opinión pública. Sus vidas son una larga seguidilla de hipocresía y engaño.
    La mujer que vende sus favores está en libertad de abandonar al hombre que la compra en cualquier momento, mientras “la respetable esposa” no se puede liberar de una unión que le es mortificante.

Todas las uniones no naturales que no son santificadas por el amor son prostitución, ya sea sancionadas por la Iglesia y la sociedad o no. Tales uniones no pueden tener más que una influencia degradante tanto en la moral como en la salud de la sociedad.

EL SISTEMA TIENE LA CULPA

El sistema que obliga a las mujeres a vender su femineidad e independencia al mejor postor es una rama del mismo vil sistema que le da a unos pocos el derecho a vivir de la riqueza producida por su prójimo, el 99 por ciento de los cuales debe esforzarse y trabajar como esclavo temprano y tarde por apenas lo suficiente para mantener unidos alma y cuerpo, mientras los frutos de su trabajo son absorbidos por unos cuantos vampiros ociosos que se rodean de todo el lujo que la riqueza pueda comprar.

Miremos por un momento dos imágenes de este sistema social decimonónico.

Miremos los hogares de los adinerados, aquellos palacios magníficos cuyo costoso amoblado pondría a miles de hombres y mujeres necesitados en circunstancias confortables. Miremos a las fiestas y cenas de estos hijos e hijas de la riqueza, una sola corrida de las cuales alimentaría a cientos de hambrientos para quienes una comida llena de pan remojado en agua es un lujo. Miremos a estos religiosos de la moda mientras pasan sus días inventando nuevos modos de goce egoísta — teatros, bailes, conciertos, paseos en yate, corriendo de un lado del mundo al otro en su búsqueda demente por regocijo y placer. Y luego giremos por un momento y miremos a quienes producen la riqueza que paga estos disfrutes excesivos y artificiales.

LA OTRA IMAGEN

Mírenlos arreados en sótanos oscuros y húmedos, donde nunca tienen un respiro de aire fresco, vestidos con retazos, llevando sus cargas de miseria de la cuna a la tumba, sus hijos corriendo por las calles, desnudos, con hambre, sin nadie que les ofrezca una palabra de amor o un cuidado con ternura, creciendo en la ignorancia y la superstición, maldiciendo el día de su nacimiento.

Miren estos dos asombrosos contrastes, ustedes moralistas y filántropos, y díganme a quién hay que culpar por ello! ¿A aquellas que son conducidas a la prostitución, ya sea legal o no, o a aquellos que conducen a las víctimas a tamaña desmoralización?

La causa yace no en la prostitución, sino en la sociedad misma; en el sistema de desigualdad de la propiedad privada y en el Estado y la Iglesia. En el sistema legalizado de robo, asesinato y violación de mujeres inocentes y niños desamparados.

LA CURA PARA EL MAL

No será hasta que este monstruo sea destruido que nos desharemos de la enfermedad que existe en el Senado y todos los cargos públicos; en las casas de los ricos como también en los miserables caserones de los pobres. La humanidad debe hacerse consciente de su fuerza y sus capacidades, debe ser libre de comenzar una nueva vida, una mejor y más noble vida.

La prostitución nunca será suprimida por los medios empleados por el Rev. Dr. Parkhurst y otros reformistas. Existirá mientras exista el sistema que la engendra.

Cuando todos estos reformistas unan sus esfuerzos con quienes están luchando por abolir el sistema que engendra este crimen de toda descripción y erigir uno basado en la equidad perfecta — un sistema que garantice a cada miembro, hombre, mujer, o niño, los frutos totales de su labor y un derecho perfectamente igual a disfrutar los dones de la naturaleza y a alcanzar el más alto conocimiento — la mujer será auto-suficiente e independiente. Su salud ya no será aplastada por el esfuerzo y la esclavitud sin fin, ya no será víctima del hombre, y el hombre ya no poseerá pasiones y vicios nada saludables y antinaturales.

EL SUEÑO DE UNA ANARQUISTA

Cada cual entrará al matrimonio con fuerza física y confianza moral mutua. Cada cual amará y estimará al otro, y ayudará a trabajar no solo por su propio bienestar, sino, siendo felices ellos mismos, desearán también la felicidad universal de la humanidad. La prole de tales uniones será fuerte y sana de mente y cuerpo y honrará y respetará a sus padres, no por que sea su deber hacerlo, sino porque los padres lo merecen. Serán instruidos y cuidados por la comunidad toda y serán libres de seguir sus propias inclinaciones, y no habrá necesidad de enseñarles el servilismo y el vil arte de asediar a sus semejantes. Su propósito en la vida será, no obtener poder por sobre sus hermanos, sino ganarse el respeto y la estima de cada miembro de la comunidad.

DIVORCIO ANARQUISTA

Si la unión de un hombre y una mujer probase ser insatisfactoria y desagradable para ellos, se separarán de manera tranquila y amistosa, y no viciarán las diversos vínculos del matrimonio continuando con una unión incompatible.

Si, en vez de perseguir a las víctimas, los reformistas de hoy unen sus esfuerzos para erradicar la causa, la prostitución ya no deshonrará más a la humanidad.

Reprimir a una clase y proteger a otra es peor que la demencia. Es criminal. No aparten sus cabezas, ustedes hombres y mujeres morales.

No permitan que su prejuicio les influya: miren el asunto desde un punto de vista imparcial.
    En vez de ejercer su fuerza inútilmente, unan las manos y ayuden a abolir el sistema corrupto y enfermo.

Si la vida conyugal no les ha despojado el honor y el respeto por sí mismos, si no tienen más que amor por quienes ustedes llaman sus hijos, deben, por su propio bien como por el de ellos, buscar la emancipación y establecer la libertad. Entonces, y solo entonces, los males del matrimonio cesarán.

The Alarm, 27 de Septiembre de 1896
Traducción al castellano: @rebeldealegre

sábado, 8 de febrero de 2020

Narcisistas y psicópatas, perfiles de personas tóxicas que van al alza | Por ALBERT DOMÈNECH

Los psicólogos alertan que el momento social actual ha dado pie al aumento de un tipo de perfil de gente sin empatía, egoístas y que usan a los demás para beneficio propio.

Todos, absolutamente todos, tenemos rasgos tóxicos. Imaginar una vida sin que alguno de nosotros haya cometido algún error o no haya tenido una actitud negativa consigo mismo y con los demás es más que una misión imposible. El ser humano no es perfecto y siempre va a tener defectos más o menos visibles, aunque en gran medida reconocibles. El problema radica en el momento en que una persona no reconoce esos rasgos o actitudes como tóxicas, y adopta una forma de vida y una estructura habitual de pensamiento en la que los demás siempre son los culpables de todo. Bernardo Stamateas, psicólogo y autor de superventas como Gente tóxica Emociones tóxicas , define a las personas tóxicas como “adictos emocionales con muy baja empatía que necesitan hacer daño a los demás para poder sentirse bien”. Stamateas cree que el miedo y la culpa son las dos emociones básicas que utilizan para manipular a los demás, y lo hacen “de una forma premeditada, consciente y reiterada”. Por su parte, la psicóloga clínica y técnica en educación emocional, Maria Dolors Mas, matiza que “las personas suelen ser tóxicas dentro de relaciones interpersonales como la familia, el trabajo o las relaciones amorosas, contexto en el que hacen daño a través del desgaste, la intimidación, la culpa o haciendo ver que los demás no existen”. Ambos psicólogos coinciden en señalar que, en la sociedad actual, hay dos tipos de perfiles tóxicos que han ido a más y que pueden ser fácilmente reconocibles en nuestros círculos íntimos habituales: los narcisistas y los psicópatas.

Egoísmo y poder

El narcisista es el que popularmente se conoce como una persona egoísta: “No se cree la mejor obra de Dios, sino se cree directamente Dios”, explica Stamateas. El autor define a este tipo de gente como “personas que se ponen en el centro del universo y a las que los demás tienen que rendir agradecimiento y satisfacer sus deseos y caprichos porque se piensan que es una bendición que les puedan tener como parte de su vida”. El conferenciante añade que “son personas superficiales, caprichosas y que pueden llegar a ser muy agresivas verbalmente cuando los demás brillan o no le reconocen sus logros”. La psicóloga Maria Dolors Mas afirma que “es asombroso ver cómo este tipo de persona ha ido a más”, y añade que “pueden llegar incluso a desarrollar algún tipo de patología como la dismorfofobia (la fobia a ser feo) o a convertirse en adictos a la cirugía estética”. Para la terapeuta, los medios de comunicación son los principales culpables del auge de este tipo de perfil: “Presentan un modelo de persona en el que si eres alto, guapo y delgado vas a ser un símbolo de éxito a todos los niveles. Se hace una reducción tan absurda que se está dando lugar a que el narcisista haya ido a más”.

El otro perfil de persona tóxica que ha ido al alza en los últimos años el que se ha catalogado como psicópata y que va más allá del retrato de persona que conocemos por las series o películas policiales. Bernado Stamateas define al psicópata como “aquella persona que ama el poder desde cualquier ámbito y los demás se convierten en objetos de usar y tirar. El autor explica que “no establecen límites afectivos, no respetan los límites, son impulsivos y no sienten grandes remordimientos cuando hacen daño a los demás”. Stamateas completa la descripción de los psicópatas con este análisis: “Son personas que no toleran la frustración y que viven cualquier límite que le pongan como un robo de libertad”.

Cultura consumista

Ante el crecimiento de personas con estos dos perfiles, los profesionales de la psicología han tenido que abrir consulta a personas que con estos rasgos o, de manera más habitual, a gente que se ha visto afectada por la toxicidad de sus relaciones. Stamateas achaca esta tendencia al modelo de sociedad que estamos construyendo en los últimos años: “Nuestra cultura se basa cada vez más en el consumismo, inventan cosas que convertimos en necesidades y hay una preponderancia del individualismo”. Para el autor, “todos estos valores individualistas y consumistas generan un tipo de cultura en la que se pierden los vínculos amorosos y se potencian los rasgos tóxicos”. El psicólogo habla de dos tipos de relaciones: “Una es la basada en el yo te doy y recibo a cambio, que es la que más funciona en el trabajo, y luego está las que se basan en dar sin esperar ninguna contrapartida, sólo por el placer de dar”. Stamateas cree que “tenemos que construir una cultura más amorosa, que construya más vínculos sanos y huya del toma y dame”. Por su parte, Maria Dolors Mas cree que nos hemos contagiado de un tipo de carácter en el que “somos más inflexibles, dogmáticos, nos quejamos en exceso y nos frustramos con mayor facilidad”, algo que, según la terapeuta, “pasa cuando consideramos que el entorno en el que estamos no es favorable porque no contribuye a nuestro desarrollo personal o profesional”. Mas aboga por construir un tipo perfil contrario al tóxico, propio de personas y relaciones nutricias en las que “se tiene la empatía muy desarrollada y la forma de comunicación es asertiva, con mucho diálogo y disposición de solucionar los problemas”.
Hambrientos de autoestima

El desarrollo y expansión de las nuevas tecnologías y la imparable aproximación a las redes sociales ha generado, según el psicólogo Bernando Stamateas, la aparición de un nuevo perfil tóxico al que cataloga como “buscadores de miradas y de reconocimiento”. Para el terapeuta, la proliferación de este tipo de socialización está generando un nuevo perfil de usuarios que “tienen como característica principal la pérdida de identidad”. Stametas cree que el problema de compartir información a través de la red reside cuando “no hay una utilidad social, y sólo se comparte la intimidad con el objetivo de acumular las miradas de los demás. Esta gente se convierten en buscadores compulsivos de autoestima, de deseabilidad social”. El autor concluye que “esto genera la ilusión de que la estima viene de la mirada de fuera hacia dentro, cuando es justo lo contrario”.

Este tipo de perfil más moderno, comparte espacio con personas tóxicas que han sido más comunes a lo largo de la historia como el envidioso (le angustia los logros de los demás y lo único que calma su angustia es descalificar al otro), el quejoso o criticón (personas frustradas en una determinada área de su vida y que expresan ese sentimiento frustrando a los demás) o el triangulador (utilizan a otras personas de ariete para ir contra alguien al que no pueden ver, en lugar de enfrentarse ellos mismos con el problema).

Estrategias para alejarse de alguien tóxico

Es más que probable que todos coincidamos o hayamos coincidido en algún momento de nuestra vida con una persona con marcados rasgos tóxicos o con una relación que nos perjudica mucho más de lo que nos aporta. En este sentido, no es lo mismo tener que poner límites a una persona tóxica desconocida, algo más fácil de llevar a cabo porque no existen lazos afectivos, que tener que hacerlo con alguien que forma parte de nuestro entorno más cercano como puede ser la familia o el trabajo. Bernardo Stamateas recomienda como principal consejo dejar bien claro cuáles son nuestros objetivos y determinar nuestras elecciones con los vínculos afectivos: “Nuestros afectos tienen que estar basados en el amor, no en el toma y dame, por lo que lo más fácil es buscar gente que nos aporte o añada valor, no que nos reste”. Para el terapeuta también es clave enseñarles a los demás cómo queremos que nos traten: “Hay que saber explicitar qué esperamos y qué no esperamos del otro, sin dar nada por supuesto; no podemos poner límites a los demás si antes no lo hacemos con nosotros mismos”.

La técnica en educación emocional, Maria Dolors Mas, propone, por su parte, “mejorar la comunicación, reír tanto como podamos en cualquier relación interpersonal y, en el caso de estar sufriendo una relación tóxica, no obsesionarse con esa persona para evitar maltratarse a uno mismo”. Mas también cree que hay que controlar la inseguridad que provoca estar inmerso en una relación tóxica e intentar encontrar salidas que vayan más allá de focalizar nuestra vida en torno a la persona o personas tóxicas que nos rodean”. Por último Stamateas difunde una última estrategia en forma de sentencia final: “Cuando uno construye vínculos amorosos con los demás, es muy probable que la gente tóxica se aleje sola”.